El sorgo, de cultivo defensivo a estrategia inteligente.
El sorgo dejó de ser solo un cultivo defensivo: combina eficiencia hídrica, resiliencia y competitividad comercial. Con precios en alza y bajos costos, ofrece márgenes atractivos y se posiciona como una alternativa rentable y sustentable, ideal para contextos de alta incertidumbre climática y económica.

Durante las últimas décadas, el avance de la agricultura continua ha generado desequilibrios importantes en los sistemas de producción extensiva: pérdida de fertilidad, proliferación de malezas resistentes, compactación del suelo y aumento de enfermedades, entre otros. Esta presión sobre el ambiente, sumada a la creciente imprevisibilidad climática, pone en evidencia la urgencia de replantear las estrategias productivas.
En este escenario, el sorgo vuelve a posicionarse como una alternativa agronómica rentable y de bajo riesgo, especialmente valiosa en ambientes con restricciones hídricas, alta presión de malezas y necesidad de corte de ciclos sanitarios.
El sorgo como eje estratégico en las rotaciones agrícolas
Históricamente relegado a ambientes marginales o planteos defensivos, el cultivo de sorgo está recuperando protagonismo en la Argentina como herramienta estratégica dentro de los esquemas de rotación agrícola. Su incorporación contribuye a mejorar los niveles de materia orgánica, mediante rastrojos de alta relación carbono/nitrógeno gracias a su lenta descomposición.
Su capacidad para enfrentar condiciones adversas, la eficiencia en el uso del agua, el bajo requerimiento de insumos y el impacto positivo sobre la salud del suelo, lo convierten en un recurso agronómico de gran valor para avanzar hacia sistemas productivos más resilientes y sustentables.
Eficiencia en el consumo de agua: un cultivo que rinde donde otros fallan
El sorgo pertenece al grupo de cultivos C4, caracterizado por su alta eficiencia en la conversión de agua en biomasa. Gracias a su arquitectura foliar, un control estomático eficiente y un sistema radicular profundo, es capaz de explorar con eficacia los perfiles del suelo y mantener su crecimiento aun en condiciones de estrés hídrico.
Además, posee un mecanismo de dormancia hídrica, que le permite detener su desarrollo durante periodos secos y reactivarse cuando se restablece la humedad, lo que asegura una mayor estabilidad productiva.
La capacidad de rendimiento del sorgo es alta: hoy en día, en ambientes de alto potencial es posible lograr 10 tons/ha con híbridos de ciclo corto, mientras que con materiales de ciclo intermedio a largo y en similares condiciones de ambiente, es posible obtener hasta 15 tons/ha.
Alta resiliencia frente al estrés y la presión sanitaria
Uno de los atributos más destacados del sorgo es su resiliencia integral. Se destaca por su gran capacidad de adaptación y resistencia, convirtiéndose en una opción robusta frente a múltiples desafíos productivos. Su tolerancia natural al vuelco, a enfermedades foliares como la roya o el tizón y a insectos de suelo, lo hace menos dependiente del uso intensivo de fitosanitarios.
Además, su alta producción de biomasa actúa como una barrera física que dificulta el desarrollo de malezas problemáticas, como Amaranthus o Sorghum halepense, aportando un efecto de control biológico que complementa las estrategias químicas.

Otro punto clave es que el sorgo no es hospedante de muchas de las enfermedades comunes que afectan a cultivos como soja, trigo o maíz. Esto permite cortar ciclos sanitarios y reducir la presión de inóculo en el lote, favoreciendo un manejo más sustentable y eficiente.
Las nuevas tecnologías también potencian estos beneficios. Los híbridos Igrowth®, resistentes a herbicidas de la familia de las imidazolinonas, permiten realizar aplicaciones pre y postemergentes para controlar tanto gramíneas como malezas de hoja ancha. Esta tecnología, desarrollada por mutación específica y no transgénica, asegura un cultivo limpio durante el período crítico de competencia (30-35 días), mejorando la implantación, el rendimiento y la calidad de cosecha o picado.
Por su parte, la tecnología Sprotect®, desarrollada por RAGT, ofrece una solución innovadora frente al Melanaphis sorghi (pulgón del sorgo). Esta tecnología reduce la capacidad del insecto para alimentarse y multiplicarse, limitando su impacto y disminuyendo la necesidad de controles químicos. Así, el cultivo se mantiene sano por más tiempo y con menor presión de plagas, incluso en campañas con alta incidencia.
Sustentabilidad y balance ambiental
El sorgo aporta múltiples beneficios físicos y biológicos al suelo, que fortalecen la sustentabilidad del sistema agrícola, a saber:
- Mejora de estructura: su sistema radicular profundo favorece la ruptura de capas compactadas, mejora la aireación y dinamiza la biología edáfica.
- Mayor infiltración y menor escorrentía: contribuye a la conservación del agua en el perfil y a la reducción de la erosión hídrica.
- Aporte de materia orgánica: el rastrojo del sorgo se descompone lentamente, protegiendo la superficie y mejorando los niveles de carbono orgánico.
- Protección del suelo: su cobertura densa protege de la radiación directa y de los efectos extremos de temperatura, manteniendo un microclima adecuado para la vida microbiana.
Incorporar sorgo en las rotaciones no solo es una decisión técnica, sino también una apuesta por la sustentabilidad. Su bajo requerimiento hídrico y nutricional, su capacidad para fijar carbono en el suelo y su rol como cultivo forrajero en sistemas mixtos, contribuyen al equilibrio del agroecosistema.
El sorgo favorece la regeneración de ambientes degradados, mejora la eficiencia global en el uso de los recursos y reduce la dependencia de insumos externos. Su inclusión en esquemas agrícolas diversificados fortalece la resiliencia del sistema frente a shocks climáticos, sanitarios y económicos.
Precio competitivo y margen atractivo
Si bien históricamente el sorgo cotizaba por debajo del maíz, esta brecha ha disminuido notablemente en los últimos años. El aumento de la demanda interna (alimentación animal, bioetanol) y externa (especialmente China), junto con su bajo nivel de quebrado durante la logística, han contribuido a mejorar su posicionamiento comercial.
Además, su menor necesidad de agua, insumos y servicios poscosecha (como el secado) le permite alcanzar márgenes netos competitivos, especialmente en ambientes de bajo potencial productivo o con alta presión de malezas. Todo esto lo convierte en una opción estratégica para estabilizar los resultados económicos en un entorno de alta volatilidad climática y de precios.

El sorgo como pilar de una agricultura moderna y resiliente
El sorgo ha dejado de ser un cultivo marginal para convertirse en una herramienta clave para enfrentar los desafíos productivos actuales, especialmente en años difíciles. Su integración en las rotaciones aporta beneficios agronómicos, económicos y ambientales de alto valor.
En la Argentina, el sorgo ha demostrado un rendimiento promedio estable en ambientes marginales, aunque su verdadero potencial productivo aún está subexplotado. Tradicionalmente relegado a lotes de menor calidad, si se lo posicionara en ambientes de mayor aptitud agrícola —los mismos que suelen destinarse al maíz—, podría alcanzar rindes significativamente más altos, superando con facilidad los 9.000 kg/ha en muchas regiones.
Esta estrategia cobra aún mayor relevancia en el contexto actual, donde el sorgo alcanza precios internacionales similares o incluso levemente superiores a los del maíz. Esto mejora notablemente su ecuación económica y lo posiciona como un cultivo competitivo y rentable en planteos de alta producción.